Somos lo que soñamos, somos lo que recordamos. 50 aniversario
En este artículo podéis leer el discurso de Antonio Muriel, como profesor mas antiguo del centro, en el acto institucional por el 50 aniversario del IES Luis de Morales.
Antonio habla de muchas cosas que nuestro alumnado no conoce y tampoco nuestros compañeros mas jóvenes, por eso he enlazado muchas de las referencias que hace a la información o evento a que se refiere.
La intervención mas divertida y aplaudida de la noche, espero que os guste. (JP)
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Discurso de Antonio Muriel Bernal en el acto institucional
por el 50 aniversario del IES Luis de Morales.
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Buenas tardes. Gracias por estar aquí y BIENVENIDOS, los amigos del «Luis de Morales».
Cincuenta años no son nada, un instante del tiempo cósmico, un suspiro del tiempo geológico. En cincuenta años el movimiento de las placas tectónicas nos ha alejado de América un metro aproximadamente. En cincuenta años las encinas centenarias de la dehesa han crecido muy poquito, por eso hay que mimarlas tanto.
Aunque si empleamos nuestra personal escala de tiempo, cincuenta son muchos años: más de dieciséis trienios de un funcionario, cincuenta Días de la Luz en el Sistema Métrico Arroyano. En 1968, a orillas del Pontones, empezaba a caminar el que hoy es IES «Luis de Morales», y por eso hoy estamos aquí.
Ese año Massiel ganaba Eurovisión con el La-La-La, Raphael cantaba Mi gran noche y algunos grupos como Los Brincos, Los Pekenikes o Los Canarios querían parecerse a Los Beatles. Con la música aprendimos nuestras primeras palabras en inglés, los discos de vinilo eran Singles o Long Plays y llegaban a nuestras manos con Fundador que está como nunca. Una caña valía tres pesetas, las familias numerosas se empaquetaban en un 600 o en un 124 para ir al campo o la playa. Los hombres hacían dos años de mili. Las mujeres no podían votar y los hombres tampoco; aún estábamos bajo la dictadura franquista, aunque eso todavía no lo sabíamos. Mientras, en París estallaba una revuelta estudiantil que marcó una época. Los jóvenes se entretenían en los billares y futbolines. En los cines echaban dos películas en sesión continua, eso sí, primero había que tragarse el NO-DO. Cómo está el servicio, Sor Ye-Ye, las pelis de Cantinflas y las de Manolo Escobar. En ese año se estrenaron dos películas que fueron un hito en la ciencia-ficción: 2001 odisea del espacio y El planeta de los simios.
En algunas casas se compraron las primeras televisiones, en blanco y negro; Superagente 86 y su zapatófono, Los invasores, un delfín que se llamaba Flipper. El concurso más popular era Un millón para el mejor (1 millón de pesetas era entonces una cantidad astronómica). Hasta 1 año más tarde no llegarían los astronautas a la Luna. Los niños se iban a la cama cuando salía la Familia Telerín: Cleo, Teté , Maripí, Pelusín, Colitas y Cuquín.
En estos cincuenta años el insti, la enseñanza, ha sobrevivido a las siglas, al bachillerato con reválidas y al PREU. Luego vendría el COU, la EGB y el BUP, y por fin llegó la ESO. Las leyes de educación fueron pasando (LOE, LOGSE, LOMCE), normalmente sin contar mucho con los que estaban a pie de aula.
Cambia, todo cambia (menos el tren, claro): pizarra y tiza -a palo seco- enciclopedias, atlas, mapas enrollables, escuadra y cartabón. Lo más parecido a un electrodoméstico que había en la sala de profes era un piporro, un botijo arroyano que mantenía el agua fresquita. De repente comenzaron a llegar los cacharritos: tocadiscos , proyectores de 16 mm o de filminas, los casetes… Todo se iba quedando obsoleto con la aparición de nuevos ingenios: la fotocopiadora – que sustituye al ciclostil-, los vídeos Beta y VHS, los CD y los DVD. Los ordenadores entran en acción, mamotretos lentos e incomprensibles, que poco a poco fueron haciéndose un hueco en nuestras vidas. Y por último las pizarras digitales, el Google y Rayuela. A golpe de clic podemos ver imágenes de satélite inimaginables hace unos años,, el pronóstico del tiempo, un terremoto en Japón. Wikipedia, el libro de Petete digital, nos resuelve dudas al instante, ahí está. Aunque la revolución digital cambió radicalmente la enseñanza, no debemos olvidar que sin esfuerzo, sin entrenar la memoria, no aprendemos nada. A pesar de la sobredosis de imágenes que nos nublan la capacidad de comprensión, nada puede compararse a un paseo por la dehesa, por la ribera del Pontones, por la sierra de san Pedro en Aliseda o por los Barruecos de Malpartida.
Cambia, todo cambia. Quizá uno de los cambios más destacable en estos años es el de las mujeres, que antes abandonaban los estudios y ahora se dedican a trabajar en la docencia, en salud… Mujeres científicas, ingenieras, filólogas, abogadas, veterinarias, agricultoras, emprendedoras… que rompen techos de cristal y mueven el mundo. Pero aún tiene mucho que llover, tiene que llover a cántaros, porque hoy como ayer sigue siendo tiempo de vivir, de soñar y de creer (con permiso de Pablo Guerrero).
Somos lo que soñamos, el «Luis de Morales» es como una caja de sueños. En el insti es donde empezamos a imaginar la respuesta a la pregunta que nos persigue desde niños: Y tú, de mayor, ¿qué quieres ser, más allá de futbolista, youtuber o concursante de GH? Es posible que en los años escolares nos hayamos dejado contagiar por la curiosidad científica, que hayamos descubierto el placer de la lectura o de las humanidades, es decir, la utilidad de lo que resulta, aparentemente, inútil o la capacidad de sorprendernos ante la belleza del mundo. Porque, de alguna manera, somos lo que escuchamos, las historias que nos han marcado, los libros que hemos leído, la música que nos estremece, los paisajes a los que nos asomamos, los sabores y aromas que nos cautivan, la piel que acariciamos. Los placeres simples que dan sentido a la vida, que no tienen precio, ni se venden por Amazon.
Somos lo que recordamos, «La vida no es la que vivimos, sino como la recordamos para contarla», que decía Gabriel García Márquez. Y recordamos, sobre todo las cosas que más nos emocionan. Todos atesoramos en nuestro particular baúl de los recuerdos los sonidos del «Luis de Morales«, la BSO del centro, los bostezos y susurros de las primeras horas, el bullicio de los recreos, el éxtasis incontrolable cuando suena el timbre de los viernes y el centro se desaloja a una velocidad que se aproxima a la de la luz. Los motes, las coletillas de cada profe, la antología del disparate que guardamos en nuestra mente cada uno. Y también la red de afectos que nos arroparon durante esos años y que forman parte de lo que cada uno somos. Algunos ya no están, pero su cariño sigue estando con nosotros. Porque seguramente hemos olvidado cómo se resolvían las ecuaciones de segundo grado, la tabla periódica, quién era Garcilaso o las guerras del siglo XIX.
Pero recordaremos con cariño el Día del Centro (en la dehesa, en Aliseda o en Valdesalor), el Teatro, el Coro del insti, el Carnaval, los vídeos musicales, las competiciones deportivas, el baile o la danza, el ajedrez. Y, por supuesto, los días en que fuimos a plantar árboles a la dehesa, las exposiciones de pintura o fotografía, las revistas Alfar o La Grajuela, el concurso del periódico HOY, san Valentín o Halloween.
Nuestro centro ha sido siempre muy viajero. Lo siento, pero solo puedo hablar de los treinta años que conozco (treinta Días de la Luz en el S.M.A.). El barco del «Luis de Morales» ha navegado mucho por aguas lejanas: los Pueblos Abandonados (Granadilla o Umbralejo), las Rutas Literarias, el festival de Teatro de Mérida, Monfragüe o Madrid. Y las rutas a pie o en bici por la Calzada romana Vía de la Plata, de Mérida a Cáparra; la Ruta de la Lana, de Arroyo a Portugal por Alcántara o el viaje a los Picos de Europa que hacemos cada otoño desde hace ya veintiún años.
Ya en el siglo XXI comenzaron los proyectos, TAPAS y MIN-E-MAX, con Alemania, Italia, Hungría, Lituania y las Azores, y se hicieron intercambios con otros centros, y nuestros alumnos conocieron Oberderdingen, Padua, Budapest, la isla de San Miguel, Vilnius… y llegaron a lugares que ni siquiera sabíamos situar en el mapa. El proyecto MARKUS, con Polonia y Portugal y el proyecto ARCE, con Gijón y Madrid. Los alumnos de estos rincones nos visitaban y la dehesa se inundó de húngaros o lituanos, y todos se iban encantados con la hospitalidad de nuestras familias. No olvidamos, en este periplo, los intercambios con Francia.
Y por último, tengo que mencionar el Viaje de Estudios (antes en 3º de BUP, ahora en 1º de Bachillerato), viaje iniciático donde los haya, con el que sueñan nada más entrar por la puerta del insti: Marruecos, Italia, y el «clásico» París-Brujas-Bruselas-Amsterdam, con sus variantes a Luxemburgo, Colonia o Londres. Con la expedición que hoy ha partido, van ya 23 ediciones de este itinerario, el que hicieron sus hermanos mayores o sus padres. Cada uno tiene su propio álbum de la memoria.
Todo pasa y todo queda, y ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo el «Luis de Morales». Somos lo que soñamos, somos lo que recordamos. Felices sueños y felices recuerdos para todos. Muchas gracias.